Viajero en Turistán

Porto, Portugal
Borobudur, Jawa Tengah, Indonesia

Borobudur, Jawa Tengah, Indonesia

Un taxi nos ha recogido a las 4:30 del hotel de Yogyakarta para ver amanecer en el monumento budista más grande del mundo. Borobudur es un inmenso mandala piramidal situado sobre una llanura rodeada de volcanes. El madrugón merece la pena, ya lo creo, se sube a la cima en una oscuridad casi total, y se espera. Primero se recortan las montañas y volcanes de alrededor, luego distinguimos que estamos entre estupas, finalmente vemos cómo la llanura está inmersa en una niebla que huye de la claridad creciente. Una vez amanecido, es sobrecogedor sentir la grandeza del monumento, sus preciosos relieves, su entorno. Es muy intenso incluso para alguien tan poco espiritual como yo.

Esa es la sensación que tuve, y que me queda, de lo que considero una parada indispensable en un viaje por Indonesia. En aquel momento, y para hacer mis preciadas fotos, tuve que ir esquivando a todos los turistas que se arremolinaban alrededor. No éramos multitud, pero la cima es la cima y tiene un tamaño limitado. Había indonesios, europeos, los más entusiastas sentados en posición de flor de loto, y un grupo de japoneses que se habían traído un monje para realizar una ceremonia matutina. Sólo faltaba el aguador. Como podéis observar, todos llevábamos puestos un pareo, pues así lo exigía la etiqueta.

Borobudur, Jawa Tengah, Indonesia

Borobudur, Jawa Tengah, Indonesia

En ese mismo viaje por el archipiélago indonesio, recorrimos una parte de la isla de Flores subidos en un camión circunstancialmente adaptado al transporte humano mediante unos travesaños de madera que hacían de bancada. El camión y la moto es la única forma de circular de forma cómoda por esas carreteras bacheadas, y eso de bacheado se queda corto. Fueron unas jornadas entre arrozales, villorrios y volcanes, lejos de circuitos turísticos y de hoteles, lejos de nuestra zona de confort. Es ahí donde se encuentra la fuente de adrenalina que buscamos cuando preparamos un viaje. Cuando uno piensa en Viajar.

Lago en el cráter. Sano Nggoang, East Nusa Tenggara, Indonesia

Sano Nggoang, East Nusa Tenggara, Indonesia

También es verdad que cuando más nos alejábamos de esa zona de confort material, menos nos alejábamos de la humana, pues los floresinos resultaron ser gente muy amable. En ese trayecto nuestro camión nos llevó al lago del volcán Sano Nggoang, donde nos alojamos repartidos por las casas de los habitantes de la aldea que está a la orilla. Hay que aclarar que una cosa es que por entonces no hubiesen albergues y otra distinta que no estuviesen preparados para recibir turistas, pues cada aldea tenía un guía turístico oficial formado y titulado. Así, mientras nuestro cicerone nos enseñaba un manantial de aguas sulfurosas, un niño se acercó curioseando con un rudimentario juguete. Al verme cámara en mano, ralentizó el paso pacientemente esperando a que me preparara para hacerle una foto. Todo sin prisas, observador observado en una simbiosis cultural. En ese lugar, viendo el sol ponerse al fondo del lago-cráter, rodeados de una vegetación exótica — la relatividad de los adjetivos, allí las piñas crecen a la vera del camino y nuestras plantas de interior son las silvestres de sus bosques —, y rodeados de un silencio natural que sabemos que se extiende a decenas de kilómetros a la redonda, uno se siente viajero.

Sano Nggoang, East Nusa Tenggara, Indonesia

Sano Nggoang, East Nusa Tenggara, Indonesia

Mismo país, mismo viaje. En unas circunstancias somos turistas privilegiados, en otras intrépidos viajeros. Y ese es el quid de la cuestión, cuando viajamos ¿qué somos? si estamos en manada somos turistas, da igual si somos peregrinos, mochileros solitarios o viajeros touroperados. Si dormimos en el suelo y desayunamos las sobras de las cenas, almorzamos las sobras del desayuno, cenamos las sobras del almuerzo y no vemos otros extranjeros en varios días, somos viajeros, da igual si tenemos la vuelta cerrada con la aerolínea. Y sobre viajar y fotografía va toda esta perorata.

Guimarães, Braga, Portugal

Guimarães, Braga, Portugal

En mi caso viajo cuando puedo y el tiempo que puedo, en un malabarismo de presupuestos y agendas. Cuando se viaja con el tiempo limitado a lugares en los que tenemos cierto interés, nos hemos de conformar con un hecho evidente, y es que ese interés es el interés de otros muchos. Yo he visto villorrios medievales amurallados sitiados por autobuses turísticos e invadidos por hordas de gentes con gorras, pantalones cortos, calcetines y sandalias. Esta banalidad unida a los monumentos religiosos es el surrealismo en su estado natural.

Coimbra, Portugal

Coimbra, Portugal

La utilización desacralizada de los templos choca con su uso, pasado o presente, como lugar de oración. Gente rezando y gente fotografiando. Iglesias llenas de turistas en bermudas, peleando por encuadrar con el móvil una majestuosidad arquitectónica diseñada para empequeñecernos. Es la dualidad a la que se enfrenta la autoridad religiosa al abrir el templo y a la que se enfrenta el turista, o viajero, cuando entra en tropel. Y yo estoy ahí, también con mi cámara.

Tomar, Santarém, Portugal

Tomar, Santarém, Portugal

El turista forma parte del paisaje y de la escena. Podemos intentar evitarlo, como hice en Borobudur, o podemos integrarlo. Tenía muchas ganas de ver la iglesia templaria de Tomar, en Portugal, y al igual que Borobudur, es una visita que no hay que perderse. Su decoración y sus dimensiones me sorprendieron, mucho. Es una mezcla de riqueza, exuberancia y recogimiento. La iglesia, con sus tres niveles y la girola, nos hace pensar en ritos secretos templarios. Nuestros compañeros turistas incluso nos ayudan a visualizar universos paralelos, en los que se superpone la fantasía de un pasado con cotas de malla y un presente volcado en un consumismo voraz.

Tomar, Santarém, Portugal

Tomar, Santarém, Portugal

Ya he mencionado la desacralización del templo cuando se abre al público, pero es la actitud del turista quien consagra dicho acto. A la falta de religiosidad se le une cierta falta de respeto por lo sagrado, una indiferencia plena que coloca a las divinidades al nivel de arte grotesco, según la temática religiosa de la figura. Me refiero a estatuas y pinturas de gente creativamente torturada frente a representaciones de santos y divinidades martirizadas. El turista recoloca los signos.

Tomar, Santarém, Portugal

Tomar, Santarém, Portugal

Como fotógrafo, la postal me interesa a medias, más que nada para enseñar a familia y amigos dónde hemos estado. Otras veces no me puedo resistir a una puesta de sol, porque el amanecer siempre ocurre muy temprano, o a la majestuosidad de un edificio. Son fotos que tomo por impulso y después suelo deshacerme de ellas, pues el mundo de la fotografía digital ha creado sus propios monstruos de basura virtual. Pero cuando el turista interacciona de esa manera tan frívola con el entorno, tampoco me puedo resistir a una foto cuyo valor antropológico se me asemeja a la imagen de un masai danzando en el Serengueti.

Tomar, Santarém, Portugal

Tomar, Santarém, Portugal

También está el valor subjetivo, ¿molesta menos la presencia mayoritaria de devotos en el templo? Molesta menos, sí, porque a veces conseguimos captar sublimes momentos de intimidad. ¿Porqué unos sí y otros no? La diferencia de encontrarnos unos u otros reside en si el templo está subrayado en la guía turística, la hora del día, la devoción local y si es temporada alta; pero al final, todos, turistas y piadosos, formamos parte del mismo plato. Tengo una fotografía que me da agradables recuerdos, tomada en la catedral de Oporto, con una ocupación media. ¿Quiénes llenan el templo? (A) Fieles rezando (B) Turistas tomando el fresco. Juzguen ustedes. Una pista: yo estaba allí, con mi cámara y mis chanclas.

Porto, Portugal

Porto, Portugal

Es la descontextualización de los lugares la que genera el choque conceptual: un Cristo doblemente enjaulado en el pasillo de un convento interactúa de forma distinta con los miembros de la orden que con turistas al borde de una insolación. También los propios párrocos son capaces de transformar ellos solos una imagen celestial en un canto a la vacuidad de los símbolos, gracias a una sensibilidad estética limitada.

Aracena, Huelva, España

Aracena, Huelva, España

Eso ocurre claramente en los templos, pero en las ciudades pasa lo mismo. Mi experiencia en Portugal es que o bien los pueblos están prácticamente vacíos o bien están llenos de turistas. En ambos casos el viajero apenas enriquece su alma, pues ¿qué pretende el viajero si siempre viaja a Turistán?

Cádiz, España

Cádiz, España

¿Tiene sentido pelear por tener una foto única? Para entrar en esa liga hay que saber dar codazos o gastarse una fortuna en equipo fotográfico ¿Borramos a nuestros compañeros turistas de nuestros recuerdos? Como las calaveras de las capillas franciscanas, los otros turistas nos colocan en nuestro lugar ¿Queremos una foto callejera de Lisboa con el tranvía pasando, pero sin turistas? Hacerla un martes de inverno con lluvia sería demasiado fácil. Y a pesar de todo eso, a los viajeros en Turistán no se nos va el prurito de estar descubriendo algo nuevo, porque aunque los demás turistas visten igual, fotografían lo mismo y comen en la misma fonda, realmente no están recogiendo la esencia. Así somos de especiales.

Lisboa, Portugal

Lisboa, Portugal

Además de esa experiencia colectiva única, una deconstrucción de este tipo de fotografía de viaje no está completa sin la vivencia personal realmente única. La impresión que da estar frente a la catedral de Colonia, bajo esas larguísimas agujas, no se retrata en fotografía. Tampoco sale en una fotografía sentirse una mota de polvo, pero esencial para el equilibrio del Universo, cuando entramos en Hagia Sophia. Esas magnificencias y otras experiencias menores pueden aparecer en el viaje y nos la llevamos con nosotros en la memoria. Ocurren rodeados de otros turistas o en caminos solitarios. Y si otros turistas han vivido algo similar, ni por asomo ha sido parecido a lo nuestro.

Sintra, Lisboa, Portugal

Sintra, Lisboa, Portugal

La vivencia personal entronca con la fotografía que no se hace, voluntaria o involuntariamente. Visitando las salinas de Trapani, en Sicilia, tras deleitarnos con el paisaje mediterráneo y hacer nuestras fotos, descubrimos que se nos había pasado con creces la hora de comer, españoles nosotros. Además, fuera de la zona turística, no encontrábamos dónde comer ni nadie a quien preguntar. Finalmente en una calle de Nubia nos paramos junto a dos paisanos. Al preguntar dónde comer, uno de ellos se apoyó en la ventanilla del copiloto, estaba mellado y tenía una rama de albahaca que le salía de la boca. Al decirle que queríamos algo rápido, como una pizza o un sándwich, nos explicó que una vez, hace algunos años, en Trapani se comió una pizza que estaba… he hizo un gesto con el índice como si se estuviese atornillando la mejilla, todo eso con el frescor mentolado que ya inundaba todo el coche y nuestras bocas abiertas porque no dábamos crédito a la escena. Le dimos las gracias y fuimos en dirección contraria, pues entrar en Trapani significaba 15 minutos para llegar y otros 45 para superar el atasco perpetuo. Esa breve charla nos mostró un anticipo de lo que íbamos a encontrar en Sicilia: gente sencilla y muy amable, a los que podíamos hablar en andaluz y ellos contestarnos en italiano asiciliado, con menos problemas de comunicación de los que tenemos en el resto de España. De eso no hay foto, la foto está en este párrafo.

Livraria Lello, Porto, Portugal

Livraria Lello, Porto, Portugal

Lo curioso es que aunque las vivencias no sean tan íntimas como la de Sicilia, filtramos los elementos inservibles que no aportan nada interesante a nuestra experiencia. Cuántas fotos hemos hecho con un encuadre perfecto y luego hemos visto que había bolsas de plástico alrededor afeándolo todo. Eso es por nuestra maravillosa mente, que es optimista y positiva, y por nuestra cámara, que tiene la sensibilidad de un ladrillo. La Livraria Lello, por ejemplo, es una feria del turismo y hay que hacer cola tanto para comprar la entrada como para hacerse una foto en su escalera, pero… ¡claro que hay que ir! Deleitarse en ese santuario modernista no tiene precio, aunque nuestras fotos estén plagadas de desconocidos.

Sintra, Lisboa, Portugal

Sintra, Lisboa, Portugal

Así nos encontramos, pidiendo turno para hacernos una foto en el torreón de un castillo, o en un acantilado. El sol se pone para nosotros, recargamos energía en ese momento cíclico y mágico, y tomamos una foto de ese escenario tan especial. Una foto que ese día ha tenido cientos de versiones y más que llegarán mañana. Pero eso no quita validez a la intensidad del momento, nuestra mente así lo quiere, lo fotografiemos o no. Esto es un ejemplo, pues hay personas que cuando el sol sale o se pone sólo constatan que la luz cambia su dispersión respecto al mediodía, pero espero que tengan sus otros momentos de elevación emocional.

Tarifa, Cádiz, España

Tarifa, Cádiz, España

Y permitirme presentarme, mostraros por qué presumo de saber mimetizarme con el entorno.

Marvão, Portalegre, Portugal

Marvão, Portalegre, Portugal

Para encontrar situaciones interesantes hay que salirse del camino, aunque sea un poco. Cada vez que nos desviamos de la ruta hemos asumido el riesgo de perder el tiempo. Por ejemplo, para llegar a un dolmen vallado nos desviamos una hora por un camino de polvo y grava, con riesgo de pinchazo. Uno esperaba ver una piedra espectacular, pero estas cosas pasan cuando no se tiene información previa o no está especializado en lo que se va a ver.

Alcoutim, Faro, Portugal

Alcoutim, Faro, Portugal

En nuestra última visita a Portugal fuimos a ver un pueblo llamado Sortelha. Yo lo tenía en mi lista de lugares especiales, así que algo pintoresco tenía que ser. Tras un recorrido por carreteras muy secundarias, llegamos al pueblo y las indicaciones al castillo nos metieron por un camino muy estrecho de piedras y en todo momento sólo veíamos un torreón en ruinas. Ante la evidencia de un destino fallido, dimos la vuelta, inmersos en un mar de dudas y desorientados. Mientras pensamos una nueva estrategia, se acerca un vecino y se echa en la ventanilla: “He visto que tú querías hablar conmigo”, “Pues sí” le dije, risas… nos indicó cómo ir al castelo (siguiendo el camino que dejé) y dónde aparcar el coche. Otra vez uno hablando portugués y el otro en español, otra vez gente sencilla y muy amable. A todo esto, la ciudadela de Sortelha es uno de los sitios más bonitos de Portugal, junto con Monsanto.

Monsanto, Idanha-a-Nova, Portugal

Monsanto, Idanha-a-Nova, Portugal

Desviarse del camino y parar. Parar y mirar atrás. Volver, girar, parar. Son dos formas de viajar. Si quiero ver Sintra, o la Giralda, tengo que ir a Turistán. Si quiero que unas señoras rumanas me divorcien y me busquen una “nueva mujer, y buena, no como la que tienes” todo a la vez, tengo que caminar por una aldea de Maramures. Otra vez gente sencilla y amable, sin apenas problemas de comunicación ¿tengo suerte al elegir destinos, o estoy usando el filtro de los buenos recuerdos?

Maramureș, Rumania

Maramures, Rumania

Según el momento, se viaja a Turistán o sencillamente se viaja. Cada opción tiene sus ventajas e inconvenientes, y a veces se mezclan, pues ese es el sentido del viaje, la incertidumbre. Las vistas más bonitas de Monsanto las vi gracias a que me perdí literalmente y cogí el camino equivocado. También hay quien viaja evitando esa incertidumbre, buscando la playa y la pulsera, o quien compara todo con su tierra de origen que, por supuesto, es siempre mejor. Creo que hay que hacer lo posible para dejarse sorprender, para poder mirar atrás y encontrarse una vaca observando Africa a través del Estrecho de Gibraltar.

Caños de Meca, Cádiz, España

Caños de Meca, Cádiz, España

Retratar un paisaje si nos apetece, callejear y encontrarse una fiesta, montarse en un autobús para turistas “tostaguiris”, tomarse un café pingado con un pastelito de nata y que la señora no sepa si cobrarte de más por haberte escapado de la carrera oficial. El hecho de salir de nuestro entorno es en sí una aventura viajera.

Porto, Portugal

Porto, Portugal

Y volviendo a Indonesia, una de las vivencias más intensas es la de mirar cara a cara a otra especie de la que somos primos hermanos. Como con los turistas y las calaveras, es algo que nos coloca en nuestro sitio. Navegar por un río de Borneo, atravesando la selva, hacer noche a bordo, ver la vía láctea rodeado de luciérnagas, y finalmente, contactar con nuestros primos. Una experiencia única.

Tanjun Puting, Pangkalan Bun, Indonesia

Tanjun Puting, Pangkalan Bun, Indonesia

Y lo que no interesa a esa vivencia tan increíble es recordar esa pequeña aglomeración de otros… viajeros… turistas… que también hicieron ese viaje único por el río. Todo está en el paquete, cada uno que se quede con lo que más le guste. Antes de ver a nuestros primos me llamó la atención nuestros hermanos. Nótese que en la selva tropical la indumentaria del turista cambia, tirando a viajero clásico.

Tanjun Puting, Pangkalan Bun, Indonesia

Tanjun Puting, Pangkalan Bun, Indonesia

Me despido de ustedes hasta el próximo viaje, ya sea a la esquina de casa o al otro extremo del mundo.

Tanjun Puting, Pangkalan Bun, Indonesia

Tanjun Puting, Pangkalan Bun, Indonesia

Reflejos | Greetings!

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